Ya nos hemos mostrado varias veces partidarios de la Race to Dubai, aunque sea a costa de vender el alma al diablo, puesto que nos parece que es la mejor manera de crear el mejor circuito posible en Europa. Ahora bien, el espectáculo visto este fin de semana no ha sido muy gratificante.
Y no me refiero al juego, que no ha estado nada mal para ser el principio de la temporada, sino a la ausencia de público. Cuando en Europa en casi cualquier torneo te cuesta encontrar un lugar desde el que ver toda la perspectiva desde cualquier tee, cuando decenas de personas siguen cada partido y cientos, cuando no miles, esperan en el green del 9 y el 18, en Abu Dabhi casi no había gente, ni siquiera en los partidos importantes. Y las gradas del horroroso edificio de la casa club no estaban ni siquiera llenas para recibir a Paul Casey al final de su vuelta. Un problema que deberán solucionar los organizadores si quieren ser algo más que los niños ricos a los que dejamos participar porque ponen el dinero. Y mucho.
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