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5 abr 2010

Masters de Augusta: cuatro nombres para una historia

Ahora sí me van a perdonar la autocita, pero es que todo lo que podía contar está ya en el artículo que hoy publico en EL PAÍS, así que aquí o dejo. Como es un poco largo, dejo la parte de los españoles para un segundo post. Espero que les guste.

El Masters de Augusta es un torneo de sueños, símbolos, tradiciones y espectáculo, una extensa e inabarcable galería de imágenes que han marcado la historia del golf y del deporte mundial. Cuatro de ellas, protagonizadas por cuatro grandes nombres pueden servir para resumir el espíritu del único grande que se juega siempre en el mismo campo: el paradisíaco Augusta National.

En la primera, en 1934, un Bobby Jones ya retirado tras ganarlo todo en un golf dominado por el amateurismo y su amigo Clifford Roberts envían cartas a discreción para conseguir socios para su nuevo club, una antigua plantación en Georgia en la que Jones y el diseñador Alister Mac Kenzie crearon un lugar sin igual, tal y como cuenta el apasionante libro de David Bowen Making The Masters. Eran los tiempos duros de la Depresión y nadie podía imaginar hasta dónde iba a llegar el Masters, que realmente no recibió ese nombre, que Jones consideraba pretencioso, hasta la quinta edición, en1939.

Un gran salto en el tiempo nos lleva hasta la segunda imagen, máxima expresión del cambio que ha experimentado el golf y con él el Masters de Augusta. De la modesta bolsa de premios recaudada entre los 76 socios iniciales en la primera edición a los millones de dólares en premios de la era Tiger Woods, quien en 1997 y con solo 21 años conmocionaba al mundo del golf tras hacerse con la victoria, convertirse en el jugador más joven en ganar un grande, batir el récord de golpes (270, 18 bajo par) y ganar por la mayor diferencia de la historia (12 sobre un atónito Tom Kite). Y aún más increíble: en los primeros nueve hoyos del torneo Tiger acumulaba cuatro golpes sobre el par.

El número uno del mundo volvería a ganar en 2001, 2002 y 2005, tras un play off con Chris di Marco y después de protagonizar algunos de los mejores golpes jamás vistos. Su reaparición en la edición de este año, anunciada después de meses de especulaciones, no parece casual.

Pero si este torneo tiene la credibilidad y el prestigio que tiene es gracias a dos campeones que han dejado una marca indeleble en la historia del Masters: Jack Nicklaus y Arnold Palmer. Tercera fotografía: Nicklaus se dirige al green del 18 para ganar en 1986 su sexto Masters a los 46 años, lo que le convierte en el reverso de Tiger, el campeón de más edad de la historia al imponerse por un golpe a Tom Kite, de nuevo, y a Greg Norman, siempre a las puertas. Hacía 23 años que había ganado por primera vez en Augusta. Otra vez caminos cruzados: Nicklaus, que se había impuesto ya en cinco ocasiones, alcanzaba los 18 grandes ganados, una marca que sólo Tiger Woods (14) puede ahora superar.

Y frente a Tiger, siempre, Phil Mickelson. Después de estar incontables veces cerca de este y otros grandes, el californiano ganó su primer major en Augusta National en 2004, para repetir en 2006. En aquella ocasión con Tiger como defensor y como el encargado de ponerle la chaqueta verde a Leftie ante las suspicacias generalizadas. En 2005, la situación se dio a la inversa, puro espectáculo entre dos hombres que se disputan el corazón de los estadounidenses.

Palmer, la televisión y las masas

Cuarta y última instantánea de esta somera historia del Masters. 1958, el año en el que el periodista de Sports Illustrated Herbert Warren Wind da nombre al Amen Corner (hoyos 11,12 y 13) a partir de una canción de jazz que luego se comprobó no existía como tal. Un año sin el que no se podría entender el golf como deporte profesional y de masas y todo gracias a la figura agresiva, elegante y decidida de un joven Arnold Palmer, quien en ese año conquistaría el primero de sus cuatro títulos en el Augusta National, daría lugar a la creación de la legendaria Arnie’s Army y se convertiría gracias a su perfecta sintonía con la televisión, que hacía sólo tres años que había llegado al Masters, en el icono de este deporte y en el jugador más popular hasta la llegada, otra vez, de Tiger.

En el ya legendario hoyo 12, par tres, con el temido arroyo Rae protegiendo el green, Palmer jugó una segunda bola al creer que estaba en su derecho de dropar la original, que se había quedado embarrada y jugarla desde una posición más ventajosa. Los árbitros dieron la razón a Palmer y se lo comunicaron en el hoyo 15, ante la sorpresa y posterior hundimiento de su rival, Jack Venturi, quien no olvida la afrenta y en 2004, en un libro titulado Gettin Up& Down aún recuerda el episodio y asegura que Palmer actuó mal. Palmer, que cumplió durante años con otra de las grandes tradiciones del torneo, la de dar la salida de honor, jugó por última vez el Masters en 2004, con lo que llegaba a las 50 ediciones consecutivas.

Hablando de leyendas. El surafricano Gary Player se retiró en 2008 tras 52 participaciones en el torneo y tres victorias. Especialmente reseñable la de 1978 cuando, partiendo con siete golpes de desventaja en la última vuelta consiguió siete birdies en los últimos 10 hoyos para imponerse con una vuelta de 64 golpes. El Caballero Negro siempre dispuesto para el espectáculo.

Segundones sin remedio

Tom Kite fue testigo de excepción de la primera y la última exhibición de los dos mejores golfistas de todos los tiempos. Sin embargo, sus dos segundos puestos en 1986 y 1997 palidecen ante el drama que ha vivido el australiano Greg Norman en el Masters de Augusta, un torneo que se le ha escapado entre los dedos de todas las formas posibles.

En 1986 y viniendo desde atrás, el australiano consiguió cuatro birdies para llegar al último hoyo y necesitar el par para forzar el play off. No lo consiguió.

Al año siguiente, el Tiburón fue testigo de uno de los golpes más recordados en la historia del torneo: un chip de Larry Mize desde 40 metros en el desempate para hacer birdie y llevarse el Masters. Pero fue en 1996 cuando el drama alcanzó toda su dimensión: Norman partía el último día con una ventaja de seis golpes sobre el inglés Nick Faldo. Sin embargo, en una vuelta desastrosa, Norman firmó una tarjeta de 78 golpes, por los 65 de un gran Faldo, que se llevaba así su tercer título en Augusta. El australiano se ha quedado cerca en otras ocasiones, incluido un tercer puesto con partido estelar incluido en la victoria de Olazábal en 1999.

Hay otros cientos de grandes momentos más, como aquel famoso “golpe del que oyó hablar todo el mundo” de Gene Sarazen en 1935 para conseguir un albatross que le dio el torneo.

Pero ahora lo mejor es esperar a que llegue el jueves y empiece el espectáculo porque, como asegura el periodista de The Augusta Chronicle David Westin, “para un amante del golf, Augusta es como la Navidad”.

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