Llevaba unos minutos ante el televisor cuando veo a Miguel Ángel Jiménez hablando con un árbitro. Normal, lo hace, como todos los jugadores. Yo mismo estaba a menos de dos metros de distancia cuando llamó a uno de ellos en el pasado Madrid Masters para tratar de aliviarse por la existencia de una madriguera.
Lo curioso es que no discutían sobre su bola, sino sobre la del norirlandés Rory McIlroy, que se había aliviado al caer en el agua ocasional del rough sin identificar la bola. Jiménez lo ha considerado raro y ha pedido explicaciones en pleno juego, una actitud no muy normal en uno de los jugadores más deportivos y amables del circuito.
¿Por qué lo ha hecho? Bien, puede ser que no fuese la primera cosa rara de McIlroy en la vuelta.El chico es un genio, pero le falta algo de compostura en el campo. Sólo hemos visto otro desaire a Jiménez, fuera de los campos y completamente justificado, tal y como tratamos de explicar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario