La vieja magia verde

"En el mismo día en que Ángel Cabrera ganaba su segundo grande, el Masters completaba un retorno triunfal como el más glamuroso, importante y emocionante torneo de golf", con estas palabras resume golf.com en su portada lo que pudimos ver ayer durante más de cinco horas absolutamente vibrantes.

La emoción empezó pronto: Tiger Woods y Phil Mickelson, que no es que se lleven bien precisamente, jugaban en el mismo partido y a ocho golpes de la cabeza. No importó. Mickelson, nuestro favorito para el Masters desde el primer día, igualó el récord del campo en los primeros nueve hoyos y sólo el putt fallado para eagle en el 15 le alejó de la victoria. Tiger, a pesar de no estar tan brillante como en otras ocasiones, peleó hasta el final aunque, como dijo Mickelson al final, "esta vez me ha tocado ganar", en referencia al 'match play' que capitalizó la atención de todos durante horas.

Birdies, eagles y doble bogeys se sucedían sin descanso y por detrás Ángel Cabrera, Kenny Perry y Chad Campbell forzaban el play off. Las sensaciones eran muy distintas: Cabrera estuvo defenestrado y despertó al final; Perry tiró el torneo con dos bogeys en los dos últimos hoyos y Campbell se coló por la puerta de atrás. Como no podía faltar magia, y más magia, Cabrera, un gran pegador con un excelente toque alrededor de green, la mandó a los árboles y en la salida de esa zona pegó a uno y tuvo la suerte de terminar en calle. Perry, que no estuvo fino, la mandó a la izquierda en el siguiente hoyo y Cabrera con dos putts se aseguró su segundo grande.

Prensa, expertos, aficionados y profesionales coinciden: la magia del Masters de Augusta, la emoción del último día, la locura de birdies, eagles y doble bogeys ha vuelto. Eso sí, la dictadura de la estadística se mantiene: de nuevo el ganador estaba entre los cinco primeros al final de la tercera jornada y en el partido final, como ha ocurrido en 19 de las últimas 20 ocasiones y, como manda la tradición, el torneo se decidió en los últimos nueve hoyos. Menudo festival.