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22 abr 2009

Privilegios golfísticos en plena crisis

El golf es una extraordinaria arma para las relaciones públicas y laborales, sobre todo a determinados niveles. Allí donde se hace realidad el mito, por otro lado tan desviado e intencionadamente manipulado, de que el golf es una cosa para ricos, pijos y elites, entran en juego otros aspectos. Como en EE UU tienen una cultura de escrutinio de los poderosos que nunca tendremos, últimamente han surgido distintas páginas en las que se siguen los gastos que realizan ciertas empresas, sobre todo en dispendios para sus ejecutivos.

Uno de los blogs más brillantes del mundo económico, el Dealbook del siempre venerado The New York Times, hace un repaso a los gastos de las empresas en que sus directivos formen parte de prestigiosos clubs de golf. ¿Cuánto cuesta entrar a formar parte de uno de ellos? Pues ya sabe, si se lo está preguntando es que no se lo puede permitir.

En las últimas semanas, según Dealbook, se ha sabido que Mattel gastó 150.000 dólares para que su presidente ejecutivo, Robert A. Eckert, entrase en uno de estos clubs. Comerica, un pequeño banco en serios aprietos, se gastó 202.928 dólares. Una minucia para cualquier banco, si no fuese porque el banco recibió 2.500 millones de dólares del Estado para poder seguir a flote. En este contexto, gastarse ese dinero puede resultar un tanto grotesco. El gasto tiene su sentido y ellos lo explican así: 

"La pertenencia a un club se ofrecen con propósitos relacionados con el trabajo, tales como el entretenimiento del cliente", aseguran desde el banco. Es cierto que hacen falta estas relaciones, pero ¿No se podrían haber cortado un poco en estos tiempos en los que vivimos?

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